Marzo del 2010Me acuerdo
Por Juan Cervera Sanchís - 20 de Marzo, 2010, 0:05, Categoría: Todo es poesía
Me acuerdo (Ritornello) Me acuerdo que no me acuerdo, aunque me quiero acordar, de aquel perdido recuerdo que no puedo recordar. De aquel recuerdo perdido me acuerdo que no me acuerdo prisionero del olvido y olvidado del recuerdo. Que no me acuerdo, que no, que no me puedo acordar de aquel recuerdo en que yo fui yo a fuerza de olvidar. Me acuerdo en fin que me acuerdo de que todo se me olvida y el olvido y el recuerdo son mi muerte y son mi vida. Que queriendo y sin querer y entre recuerdos perdidos siento que vuelvo a nacer entre memorias y olvidos. Que entre olvidos y memorias me acuerdo que no me acuerdo y vuelvo a tejer historias con tu olvido y mi recuerdo. Juan Cervera Sanchís México D. F. , 20 marzo 2010 La vida como es
Por Juan Cervera Sanchís - 17 de Marzo, 2010, 1:11, Categoría: Todo es poesía
La vida como
es y no de
otra manera. Así, sin
más, la vida, sin
andarse y perderse por las ramas; con toda su
crueldad, con sus
bellos instantes, tan bellos, de amor y
de poesía; que la
vida, señoras y señores, tiene
también instantes de poesía
y de amor en mitad
de sus furias y sus odios; que la vida
es así, sin más
ni menos; como el
sol es así y así es el aire, la
tormenta y el trueno, el agua,
el vino, los cardos y las rosas. La vida es
como es, no hay
que buscarle, no, las tres
patas al gato y mucho
menos el tercer
ojo al asno o al camello. Que son
las cosas como son y como
son las cosas son al son
natural de las cosas. Dejemos
pues que las cosas sean sin
más como son y que la vida
sea como es jugando a
peces niños y a
cenzontles en vuelo. No le des
ya más vueltas a la madeja. No le des
ya más vueltas al horizonte, la vida es
como es y no de
otra manera. Deja en
fin que la vida sea sin
más la vida, y deja
que la vida sea la vida y vívela
sin más, sin más ni
menos, y ya no
pienses más y ya no
pienses, que ya
vendrá la muerte y, con la
muerte, quién
sabe cuánta vida insospechada. Juan Cervera Sanchís México D. F., 16
marzo 2010
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Por Juan Cervera Sanchís - 4 de Marzo, 2010, 23:37, Categoría: Las 1001 caras de Jano
Por Juan Cervera Sanchís De su libro “Las 1001 caras de Jano” * –¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo
aquí? ¿Qué hago yo aquí?, se preguntaba a sí mismo; le preguntaba al sol, al
polvo, al aire, al agua y a todo cuanto lo rodeaba, sin recibir respuesta y
angustiado hasta los cuernos y con los testículos arrugados de pavor. Corrió y corrió, con ojos
desorbitados, y le dio dos vueltas al ruedo en la plaza más grandiosa e
importante de aquel mitológico país. Su corazón, acelerado, era un
tambor de enloquecidas resonancias, a punto de estallar y detenerse para
siempre. –¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo
aquí? ¿Qué hago yo aquí?, se preguntaba sin entender nada de nada. Su miedo iba en aumento. Todo él
era un bulto sombrío de nervios, de carne, de sangre y huesos despavoridos. El Toro, ante aquella, para él,
inexplicable y terrorífica realidad, tan irreal, sentía que se estaba volviendo
loco. Sí, ¿qué hacía él allí ante
aquella multitud de sanguinarios terroristas, que gritaban en los tendidos?
Hombres y mujeres de almas bárbaras y carentes de compasión. ¿Qué hacía él allí, lejos de los
frescos e idílicos campos donde había transcurrido, hasta entonces, su feliz
vida? Una especie de figurín vertical, y
vestido de colores, el Torero, algo en sí para lo que el Toro no tenía ninguna
explicación, apareció con un trapo escarlata en la mano y comenzó a burlarse de
él. Lo llevó con engaños hasta donde había un caballo, montado por un gordo y
maloliente figurín, con un raro y largo garrote en la mano. Sin pensarlo e
impulsado por su bravura arremetió contra el caballo con intención de derribarlo.
Ni su fuerza ni sus cuernos le sirvieron de nada. Retrocedió chorreando sangre
por su lomo dolorido. A continuación, unos figurines,
muy bailarines, con unos garapullos en la mano, le produjeron más dolor y más
sangre clavándoselos en su lomo. Furioso, dejó de tener miedo y arremetió
contra los que lo instigaban, sin éxito. Por más que lo intentó no pudo
clavarle sus cuernos al figurín vertical, que lo engañó una vez y otra vez, con
su trapo escarlata y, luego, con saña, lo atravesó, aunque sin poder darle
muerte, en dos ocasiones, con una afilada y larga espada. El coraje y el odio hacia aquel
figurín vertical y perverso lo mantenían firme sobre sus cuatro patas, por lo
que el figurín, sin ningún valor reconocible y sí con toda clase de ventajas a
su favor, lo apuntilló en la nuca y, al fin, murió, sin saber por qué y para
qué moría, como mueren los llamados toros de lidia en manos de figurines, que
se dicen artistas, como los verdugos de la Edad de Media, cuando se deleitaban
ejecutando a los indefensos e inocentes herejes. * Publicado por Proyecto Cultural Chobojos
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